Si uno es emprendedor, seguro que la primera opción para financiar el proyecto empresarial ha sido la conocida como FFF o 3 F’s, aunque igual uno no es consciente de la existencia de estas siglas que corresponden en inglés a Friends, Family and Fools. Sí, también entra el “ingenuo” (o no, depende del éxito del negocio) que prestó dinero para sacarlo adelante. Lo cierto es que antes de exponerse a las consecuencias de ligarse a inversores más profesionales, la FFF es una alternativa sensata (para el emprendedor) para no comprometer su patrimonio. Quizás no lo sea para el que invierte, pero eso es otra historia que no es objeto de análisis de este post.
Tras la crisis económica y financiera, han surgido nuevas fórmulas de financiación alternativa a la vía tradicional que van cogiendo fuerza. El último cuadrado de indicadores del mes de abril sobre financiación para pymes y emprendedores de la OCDE constata este hecho y aplaude las medidas de algunos países para fomentar el uso de otras fuentes como es el universo Fintech, adaptando el marco regulatorio.
Existen numerosos informes sobre expectativas de crecimiento de la financiación online, y dispares entre sí en cuanto al volumen de negocio total. Al margen de las cifras, la lectura es que es una vía que no solo está para quedarse, sino que cada vez tendrá mayor peso en las empresas. Una de las fuentes más referenciadas es la Universidad de Cambridge. En su cuarta edición presentada recientemente con datos de 2017 señala que la financiación alternativa se cuadruplicó en cuatro años en América y creció casi en la misma proporción en Europa. En Asia y Pacífico se multiplicó por 15.
Repasemos las alternativas que tiene el tejido empresarial para acceder al crédito aparte de la vía tradicional:
– Crowdlending. Es un préstamo de particulares a empresas. Este modelo ya tiene un cierto recorrido y hay numerosas plataformas que han sobrevivido a las dudas iniciales sobre la viabilidad del P2P para el business. Es un crédito pensado para operaciones de capital circulante, inmovilizado u orientadas al crecimiento. La plataforma evalúa el histórico del negocio y en función de los riesgos fija un rating que determina el interés que percibirá el inversor. Asimismo, se establecen unos plazos de devolución del préstamo y del pago de los intereses.
– Crowdinvesting. También conocido como Crowdequity. La diferencia con el modelo anterior es que el inversor recibe acciones de la empresa.
– Crowdfactoring. Imita a su homónima en la banca, pero en el terreno online. Es muy incipiente, pero hay plataformas que ofrecen este sistema de cobro cediendo los derechos de la factura a terceros a cambio de un descuento.
– Initial Coin Offerings (ICOs). Quizás más conocido por la plataforma Ethereum o los tokens (activo en forma de acciones o créditos, por ejemplo, que llevan aparejados derechos u obligaciones). Es lo último en financiación alternativa para emprendedores y está basado en la tecnología blockchain, por lo que se caracteriza por su descentralización, flexibilización y, también, su escasa regulación, con lo que hay que extremar las precauciones. Ha habido casos de estafa, pero también de éxito.
– Business Angels. Es un modelo muy asentado en el que se aporta el llamado capital semilla en una fase temprana del proyecto. El inversor no solo aporta dinero, sino también conocimiento, experiencia, contactos. Como cualquier inversor, su objetivo es obtener el máximo retorno vendiendo su participación al mejor postor, aunque tiene mayor grado de implicación que el siguiente escalón.
– Venture Capital. Es el mismo modelo anterior pero el proyecto está en una fase más avanzada y el volumen de inversión es mayor. A diferencia de los Business Angels, no aportan tanto conocimiento, pero sí buscan tener un puesto en el consejo de administración. También es conocido como Capital Riesgo.
– Private Equity. Invierten en compañías con un mínimo de facturación o ebitda, situado en torno a los 20 millones de ingresos o 2 millones de beneficio operativo. Suelen tomar una posición de control y realizan cambios en la dirección. Les gustan las empresas familiares no profesionalizadas y con poca experiencia internacional, pero con posibilidades de expandirse. Porque los réditos que buscan es hacerla crecer vía orgánica o inorgánica y dar el pase.
– Direct lending. Es una inversión que proviene de inversores institucionales, principalmente a través de fondos de inversión.
– Préstamos participativos. Los inversores se agrupan de forma sindicada para financiar unidades de negocio o proyectos concretos a cambio de una participación en el resultado.
– Mercado alternativo bursátil para empresas en crecimiento. Tiene ya recorrido, aunque en comparación con el parqué tradicional es joven. Está pensado para pymes de tamaño reducido y su salto a estos mercados es más laxo que los índices tradicionales, pero a priori no por ello menos vigiladas. Si bien, la experiencia nos ha demostrado que de los errores se aprende, y en España, el escándalo del fiasco de Gowex extremó los mecanismos de control sobre las cotizadas en el MAB.
– Mercado alternativo de renta fija. Es la versión anterior, pero con emisión de deuda.
Como se ve, propuestas de financiación alternativa no faltan, sin embargo, no hay que olvidarse de la tradicional. Igual que se diversifica el negocio, también hay que recurrir a varias fuentes de financiación para evitar riesgos innecesarios. Y con tanta oferta, ya no hay escusas para acceder a alguna.