Dicen que la transformación tecnológica es imparable, continua, inmediata. Sin embargo, a veces es tan compleja que este principio de inmediatez se torna en proceso paulatino. En una implementación sibilina que cala poco a poco y casi sin darnos cuenta en nuestros gestos más cotidianos.
Es el caso de Blockchain, una desconocida para muchos hasta hace muy poco, pero cuyo nacimiento ya ha cumplido ocho años. 2009 es el año en que ve la luz esta tecnología destinada a redefinir la manera en la que compramos y vendemos, en la que comprobamos la veracidad de las cosas, destinada a la postre, a restablecer la confianza. Blockchain nace, como el yin yang, de la combinación de conceptos opuestos que crean un equilibrio: la apertura de internet y el hermetismo de la criptografía, que dan origen a una manera mucho más segura de verificar la información.
Su tecnología se basa en una agrupación de cadenas de bloques en las que se almacenan datos, diseñada de tal forma que resulta imposible añadir, eliminar o modificar la información sin que el movimiento sea detectado por otros usuarios. Los datos que se almacenan suelen ser transacciones, pero no exclusivamente monetarias. Podemos hablar por supuesto de dinero, pero también de bienes o, por ejemplo, de información.
El potencial de Blockchain es enorme. El libro “Blockchain, la revolución industrial de internet”, recoge algunas aplicaciones prácticas que esta tecnología puede tener en sectores tan diversos como el de seguros, la Administración o el periodismo. En el primer caso, por ejemplo, gracias a Blockchain el tomador de un seguro de automóvil podría pagar solo al utilizar el coche. Gigantes de internet como Google o Facebook se enfrentarían a un mundo digital mucho más descentralizado, con nuevas plataformas en las que nuestra privacidad tendría la relevancia que nosotros quisiéramos darle. El periodismo podría reinventarse dando lugar a un ecosistema sin medios, en el que los periodistas podrían comerciar con su información directamente con los consumidores de contenidos. En definitiva, un nuevo horizonte que podría suponer una revolución como lo fue internet en su día.
Previendo el potencial de esta tecnología, son muchas las empresas que han comenzado a trabajar para descifrar los beneficios de la aplicación de Blockchain a sus negocios. Por ejemplo MAPFRE, accionista de Solunion, participa a través de MAPFRE RE en la Blockchain Insurance Industry Initiative (B3i), que agrupa a aseguradoras y reaseguradoras con el objetivo de explorar el potencial de esta tecnología en la industria del seguro.
Este tipo de asociaciones trabajan ya para adaptarse al nuevo horizonte que plantea la tecnología Blockchain y que, poco a poco, va dibujándose en nuestro día a día, en esta revolución sibilina que lo cambiará todo.